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Era la hora de la verdad. Cuartos de final entre Uruguay y Ghana, dos selecciones que habían sorprendido por su gran calidad en el nivel de juego mostrado hasta ahora. Las Estrellas Negras se presentaban como la única esperanza para África entera. Atrás quedaban selecciones como Camerún, Costa de Marfil o Sudáfrica, en su empeño por demostrar que el continente africano todavía tiene mucho que decir. Todas las miradas se centraban en Ghana, un equipo que había sido capaz de hacerse un puesto clasificatorio en la fase de grupos en detrimento de Serbia o Australia. Un equipo que llegaba a cuartos con un sueño, compartido por millones de almas, el de llegar a semifinales, y por qué no, llegar a disputar una final mundialista. Los ghaneses ya habían demostrado sus capacidades y ahora eran respetados...pero enfrente se encontraban Uruguay, otra de las selecciones tapadas, dispuesta a conseguir una cita con Holanda en Semifinales.
El partido se presentaba muy disputado, sin claro favorito. Uruguay comenzaría a tomar la palabra con Forlán a la cabeza, el delantero uruguayo está confirmando su excelente estado de forma mostrado hasta ahora en la liga española. Una de las primeras ocasiones de gol lo propiciaría precisamente él, enviando desde saque de esquina el balón al área. Un fallido despeje de Mensah obligaba al arquero ghanés Kingson a salvar los muebles con la cabeza.
Lo cierto es que durante gran parte de la primera mitad sería Uruguay la dominadora del juego, salvo precisas incursiones de los ghaneses en área rival. Sin embargo, en el último minuto del tiempo añadido Muntari se sacaba un zapatazo lejano desde fuera del área, y Muslera era incapaz de pararlo. Ghana se adelantaba en el marcador
y alimentaba las esperanzas de todos los africanos.
Empezaba la segunda parte, y Uruguay se mostraba más ofensiva ante las circunstancias. Una falta cercana al pico del área cometida por Pantsil se convertía en una oportunidad para Uruguay. Y entonces apareció de nuevo él. Con un tremendo disparo el esférico superaba la barrera ghanesa y atravesaba la escuadra. Forlán metía a los uruguayos de nuevo en el partido.
A partir de ese momento las ocasiones se sucederían para ambos equipos. La igualdad quedaba reflejada en el marcador, y parecía que ninguno de los dos bandos fuera capaz de resolver el encuentro con un gol. La prórroga se vislumbraba cada vez más cerca, y finalmente el colegiado tuvo que dar paso a los 30 minutos extra.
El partido en ningún momento varió de papel. Uruguay tenía sus ocasiones, pero no las aprovechaba, lo mismo pasaba con Ghana. La tanda de penaltis se presentaba como la solución obvia a un partido que no tenía claro vencedor. Sin embargo, el destino tenía preparado un final agónico, impresionante, que quedará grabado en la mente de muchos durante décadas.
Ghana sacaba una falta cometida muy cerca del área. Debía ser la última oportunidad de resolver el encuentro y evitar la lotería de los penaltis. Una mala salida del guardameta Muslera dejaba prácticamente la portería vendida. Appiah remataba el esférico, pero Luis Suárez despejaba con el pie y el balón salía despedido hacia el punto de penalti sin dueño. Entonces Adiyiah, de cabeza, volvería a rematar. La historia volvía a repetir uno de los sucesos más famosos en el mundo del futbol. Ante la imposibilidad de despejar con la cabeza, Luis Suárez evitaria el gol con una clamorosa mano, cometiendo penalti.
El delantero del Ajax era expulsado, y llorando cabizbajo se disponía a abandonar el terreno de juego. Ghana tenía en sus manos su porvenir, podía pasar a semifinales y medirse ante Holanda. El encargado para resolver era Gyan. Resulta asombroso el paso tan ínfimo existente entre la gloria y el fracaso, entre la alegría y el llanto. El destino quiso que Gyan lo comprobara con sus propios ojos. Con un disparo potente, estrellaba el esférico contra el larguero. Ghana fallaba el penalti más importante de su historia, ante la alegría de todo Uruguay, y Luis Suárez, curiosamente pasaba de ser villano a héroe de su nación.
Se suele decir que la tanda de penales es una lotería, que el factor más importante es el psicológico. Ghana había perdonado el partido, pero disponía de otra oportunidad, esto dotaba al encuentro de cierto carácter épico. Y vaya si fue épico, quizás el más apasionante de Sudáfrica 2010.
Tras los lanzamientos fallidos de Mensah y Maxi Pereira, volvía a fallar Adiyiah. Si Uruguay marcaba sería semifinalista. El encargado de tirarlo era el Loco Abreu, famoso por anotar penales al estilo Panenka. Se mostraba una locura ejecutar así el tiro bajo esas circunstancias. Ambas selecciones se jugaban todo, este era el momento de la verdad, y parecía imposible que Abreu se la fuera a jugar de esa manera. Pero el Loco Abreu hizo honor a su apodo. Fueron cinco segundos que paralizaron a toda una nación, cinco segundos que pasarán a la historia. Abreu anotaba el último gol a lo Panenka y desataba la euforia en los corazones de los uruguayos, y la desgracia de los ghaneses. Ghana, que parecía semifinalista hacía unos momentos, era eliminada de la competición.
Así es el futbol, un deporte que mueve pasiones precisamente por otorgar momentos como este. Las semifinales ya han llegado. Ya sólo quedan cuatro selecciones, ciertamente, esto está al rojo vivo.
Han comenzado los octavos de final. Ya no hay marcha atrás, ahora los seleccionadores, jugadores y aficionados de sus respectivos países se lo jugarán todo a un sólo partido. Ya no vale mirar hacia delante, pensar en oportunidades para enmendar los posibles errores surgidos, buscar excusas....de ahora en adelante, el que pierde hace las maletas para ver desde su casa el camino de los demás hacia la gloria.
Así es el fútbol, un deporte que mueve pasiones. Un fenómeno que abarca mucho más que una simple victoria o derrota. A veces incluso aparece en él la poderosa figura del destino, del azar o suerte, otorgando la victoria en algunas ocasiones a aquellos que hicieron todo lo posible para conseguirla. Otras veces a la inversa, siendo injusto. Pero hay ciertos elementos mucho más temidos en el mundo del balompié: Los árbitros.
Y es que pueden llegar a ser mortales para un equipo, con sus decisiones a menudo incoherentes. Esto es inevitable, pues todo el mundo tiene derecho a cometer errores....el problema surge cuando dichos errores son suficientes para influir sobre el resultado de un partido, disputado por dos selecciones que se lo juegan todo en esa cita.
La segunda jornada de octavos de final suponía para muchos mexicanos y argentinos como el comienzo de su verdadero mundial. México se enfrentaba a Argentina con cierto aire de revancha, tras ser eliminados por los mismos en Alemania 2006.
Lo cierto es que el conjunto dirigido por Javier Aguirre salió al campo con agresividad y buen juego, situándose la balanza muy equilibrada. La movilidad del esférico incluso recaía en los aztecas."Chicharito" Hernández llegaría a crear una ocasión de peligro que ensalzó las grandes dudas surgidas en torno a la zaga albiceleste. Carlos Salcido estrelló un balón en el larguero a los 8 minutos y Andrés Guardado rozó el palo derecho de Romero al siguiente.
Pero los de Maradona pronto se adelantarían con una jugada de picardía por parte de Tévez. Una precipitada salida de Pérez bajo palos facilitaba un rechace hacia Messi, y este a su vez ponía el balón en bandeja para ser cabezeado por el Apache en fuera de juego. El tanto subió al marcador, ante la indignación de los mexicanos, que fueron inmediatamente a reclamar la decisión del juez de línea. La jugada se pudo ver repetida incluso en los videomarcadores instalados en el estadio, pero aún así Argentina se adelantaba 1-0. La actuación del colegiado encargado de arbitrar el Alemania-Inglaterra parecía planear sobre Johannesburgo de nuevo.
Minutos más tarde, un error garrafal de Ricardo Osorio a escasos metros del área terminaría por hundir a los de Aguirre. El “pipita” Higuaín aprovechaba su pase errado para recortar a Pérez con calidad y anotarse el segundo tanto para Argentina.
Los sentimientos de todos los mexicanos se podían recopilar en la expresión de su seleccionador, atónito antes dos errores inesperados, uno arbitral y el otro causado tal vez por las circunstancias, pero definitivamente hiriente que suponían para la “tri” un reto prácticamente imposible. Evidentemente se antojaba improbable una remontada ante los favoritos, pero quedaba tiempo y en el fútbol la esperanza es lo último que se pierde.
Se podría decir las protestas y verse abajo en el marcador sacaron a México del partido. Márquez vio una amarilla y el equipo, hasta ese momento bien plantado en el campo, se desdibujó.
La salida de Pablo Barrera por Adolfo Bautista en el descanso dio más profundidad al juego de los aztecas, dando trabajo a la zaga albiceleste. Las llegadas cada vez más peligrosas de México suponían todavía un atisbo al que agarrarse, pero la falta de puntería fue fundamental para el golpe definitivo.
Tévez, que esta realizando un espléndido Mundial, volvía a actuar como verdugo, y tras revolverse en la medular del área, dirigió un tremendo zapatazo hacia la escuadra.
Argentina había terminado de derribar a su rival, y se veía en cuartos sonando fuerte, como una de las grandes candidatas a llevarse la copa del mundo gracias a su poderío en la delantera.
Un último empujón por parte de “Chicarrito” Hernández permitía establecer el gol de la honra para México, y la amargura sugerida por los errores al principio del encuentro. Probablemente si no se hubiesen dado esas circunstancias hubiese sido un partido mucho más disputado. Debates aparte, lo cierto es que Argentina ha logrado superar todos los partidos disputados hasta ahora con gran eficiencia. Veremos si ante Alemania logran confirmarlo, pero lo que está claro es que la venganza de México tendrá que esperar.