miércoles, 30 de junio de 2010

Octavos de final: Holanda 2-1 Eslovaquia: Robben aniquila el sueño eslovaco






Qué cosas tiene el fútbol. Hace apenas unos días, Eslovaquia, en su primera participación en un Mundial, se erigía como octavofinalista al derotar a la todavía campeona del mundo, la Italia de Lippi, y se exhibía cómo un combinado muy a tener en cuenta, con serias opciones para ser la gran revelación mundialista. El talento, el coraje, y las ganas de hombres cómo Vittek, Kopunek, Hamsik, Jendrisek, Kucka o Skrtel daban pie a ello. El optimismo era evidente.



En cambio, en sólo unas horas las circunstancias han cambiado radicalmente. Los pupilos de Vladimir Weiss han visto cómo su idílico sueño se tornaba en triste pesadilla. El éxito se esfumaba, el deseo se perdía. 288 minutos después, la mágica zurda de Arjen Robben acometía el principio del fin del anhelo eslovaco. Y con ello, el fin de su fuerza, de su garra, de su instinto. Eslovaquia se borró del terreno de juego y únicamente la gran labor del meta Mucha, llamado a ser una de las sensaciones mundialistas, pudo impedir un resultado más holgado. La simpatía despertada a base de su tenaz desparpajo y su continuado esfuerzo no parecía ser suficiente para arredrar a una Holanda que, sin hacer mucho, se hizo con el control del choque.



Así se llegó al tramo final del partido, con un combinado balcánico impotente y extenuado, incapaz de encontrar un mínimo resquicio de positivismo. Hamsik estaba apagado, Vittek, fallón, y la entrada de Kopunek no parecía para nada oxigenar un mínimo a una selección a la que se le agotaba el crédito. Entonces, a falta de un cuarto de hora para la conclusión del juego, los chavales de Weiss comenzaron a concienciarse de la situación, a cerciorarse de que, de seguir así, sería el fin de su periplo mundialista. Por ello, y haciendo valer su impecable perseverancia, se lanzaron al asalto de la meta de Stekelenburg. Pero había otro invitado sorpresa. El factor maldito, plasmado en esos fatídicos nervios que aparecen cuando menos se desean. Jugaron su terco papel, emponzoñaron por partida doble a un Vittek resignado a ver los cuartos por televisión, y terminaron por ultrajar el papelón de Mucha en la competición en la jugada que originaba el 2-0 a falta de cinco minutos para el final. Sneijder, sirviéndose de la pillería de Kuyt ante la fatal salida del arquero, fue en encargado de apuntillar una no del todo justa penitencia balcánica, iniciada por las fantásticas delicias de Arjen Robben, todo un lujo si los quirófanos lo permiten. Un penalty cometido por Stekelenburg sobre Jakubko ya en el descuento permitió curiósamente a Vittek resarcirse de sus yerros y anotar su cuarto gol en otros tantos partidos. Pero de nada servía ya. Sobre el césped, el comprensible desconsuelo eslovaco contrastaba con el jolgorio nederlandés. Los pupilos de Van Marwijk volvían a verse en unos Cuartos de final del máximo torneo intercontinental doce años después. En aquella ocasión, en el Velódromo de Marsella francés, los Cocú, Bergkamp, Kluivert y compañía cayeron en semifinales desde los detestables once metros ante Brasil, su rival precisamente en la próxima ronda. Más leña al fuego. ¿Quién dijo que el Mundial era aburrido?

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