miércoles, 30 de junio de 2010

Octavos de final: La maravilla que tumbó a Portugal

El mundo entero se despertaba hoy con una esperanzadora noticia. El pase de España a cuartos de final en el Mundial de Sudáfrica. El golpe de timón de un equipo que ha dejado atrás su aburrida imagen, afianzada en el toque incansable, para alcanzar las estrellas. Pero sobre todo, la inspiración de un delantero que no se cansa de otorgar éxitos a su país. De un delantero que únicamente está a tres goles de ser el máximo goleador castellano de la historia. De un delantero que en el campo se transforma en despiadado asesino, en un goleador nato. De David Villa. Al grito de '¡MaraVilla!" amanecían todos los diarios españoles, atribuyendo la gesta española al flamante fichaje del Barcelona. Y razón no les faltaba. Pero la prensa se olvidaba de algo. De la proeza alcanzada por un bloque unido, que a base de fuerza ha superado todos sus complejos, se ha superpuesto a sus problemas y se ha alzado cómo uno de los combinados más temibles a escala intercontinental. Sin dejarse influír por la prepotencia destilada por los medios de comunicación, que daban el trofeo por supueso desde sus comienzos, los jugadores de Del Bosque han ido paso por paso, vigilando cada incógnita surgida desde aquel insólito tropiezo ante Suiza, motivado casi con toda seguridad por las impropias adulaciones de los periodistas, que no son otros que, curiosamente, quienes especulaban con el Triplete del Real Madrid la pasada campaña. Un poco de humildad no les vendría nada mal. Y si no la quieren, por lo menos que no se la nieguen a quiénes la necesitan. Y más, en momentos cómo este. En la Copa del Mundo. Sus manipuladoras campañas a favor de la titularidad de Casillas o Xabi Alonso han dado sus frutos, pero a buen recaudo que no lo harán sus tretas para acrecentar la autoestima de nuestros chicos. Porque el bloque, forjado a base de humildad e insistencia, está totalmente engranado, y únicamente le falta entonar su dinamismo para volver a fascinar.


Portugal dio buena cuenta de ello. Los chicos de Queiroz contribuyeron al rodaje definitivo de un equipo que está comenzando a dejar de notar la baja de Silva. El trabajo de Busquets es tan encomiable cómo el instinto de Villa o las aptitudes de Iniesta. Y si a ello se une la resurreción del alma mater del equipo, Xavi Hernández, la perfección del brevaje es letal para cualquiera. En esta ocasión, le tocó a Cristiano y a los suyos, relanzados paradójicamente por los mass media portugueses. Llegaban creciditos, muy creciditos, tras haber goleado a Corea del Norte, empatado con Brasil y dejado en la cuneta a Costa de Marfil en la fase de grupos. Les tocó aprender la lección. Pensaban que, jugándo a la contra, racaneando y desvirtuando, iban a llevarse algo positivo. Aunque únicamente el gran trabajo de su meta Eduardo, que dicho sea de paso recibió de España el primer y solitario tanto que encajaría en toda la competición, evitó un bochorno de libro. Parapetados atrás, los chavales de Queiroz aguardaba un fallo español para salir al contragolpe, sirviéndose para ello de truculentas acciones y faltas innecesarias. No buscaban el balón. Ni tampoco un juego ofensivo. Como llevaban haciendo todo el Mundial. Pero contra los nuestros, eso no vale. Dueña y señora del juego, y con Xavi e Iniesta haciendo de las suyas, la gloria española era cuestión de minutos. Y llegó tras una genial combinación a los 62' de juego, en un premio a la insistencia. El fusil de Villa superó el ímpetu de Eduardo tras un rechace. Justo cuando más lo necesitaba España.



A partir de entonces, el partido se ennegreció. España prefirió comedirse y reservar, y el ataque, salvo puntuales virguerías de Fernando Llorente, se acotó. Portugal se descolocó y empeoró aún más, si cabe. Con Cristiano seco y absortos de ideas, se dedicaron a mirar el reloj, con una impotente expulsión de Ricardo Costa de por medio. El silbato de Héctor Baldassi decretó el resurgir de un prodigio. De un sueño inspirado en la más profunda superación. Del resurgir de una maravilla conformada por todos nuestros valientes. Tiembla Paraguay. Arrogancia aparte.

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