jueves, 17 de junio de 2010

GRUPO B: Messi y Corea disipan los fantasmas

Arrancó la segunda jornada del Mundial, la primera del Grupo B, con sus flancos abiertos, el Argentina-Nigeria y el Grecia-Corea del Sur, y lo hizo clarificando dos claros dilemas: la discutida relevancia de Messi en la albiceleste y el incertidumbroso papel del conjunto asiático en la competición.




El primero de ellos lo desmenuzó el propio jugador del Barça, que tomó la faceta del desequilibrante extremo que fascina al mando de Guardiola y supo romper los esquemas Lagerback, y con ello la templanza de todos sus hombres. Leo fue un auténtico huracán, un eléctrico todoterreno que arrasó con todo y que desentrañó el debate acerca de su importancia y sacrificio en los planes de Maradona. Las grandes habilidades bajo palos de Enyeama impidieron que la Pulga estrenara su casillero goleador, paradoja que fue la que le impidió cumplir un auténtico partidazo. Messi fue dueño y señor del choque, el espíritu de su selección, el clamor de la grada ante el estruendo de las vuvuzelas. El encargado de atenazar a una estupefacta aunque atrevida Nigeria, por debajo en el marcador desde el minuto 6. Culpable de ello fueron las dotes acrobáticas de Heinze para adornar un inclemente testarazo a la escuadra a la salida de un córner.




Aunque poco más tardó la selección surcoreana en resolver su problema. Lo justo para que los pupilos de Huh Jung-Moo dejasen claro a una triste Grecia que no van de farol y que han llegado a este Mundial para hacer algo grande. Quizás no a repetir las semifinales de su Mundial de 2002, pero sí a llegar a ser un equipo a tener en cuenta en la coyuntura. A ello ayudaron los despistes defensivos del combinado de Rehhagel, que, en sendos errores, encajaron dos goles perfectamente evitables y que sacaron a relucir las carencias y crisis del fútbol griego. Dejaron al central Lee Jung-Soo rematar a sus anchas un balón por alto a los siete minutos de juego y permitieron al mediapunta del Manchester Park Ji-Sung tras el descanso tener su momento de gloria al colaborar en el engalamiento de una de las mejores jugadas vistas en la competición hasta la fecha y culminada del mejor modo posible. Un merecidísimo 2-0 que impulsa a un sorprendente combinado y que deja contra las cuerdas a Grecia, que destapa así su evidente ausetiridad, apoyada en el implacable envejecimiento de un bloque prácticamente calcado a aquel que ganó la Eurocopa en ese lejano 2004.

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