Por fin, tras cuatro años de larguísima
espera, el balón echó a rodar sobre el césped del Johannesburg Soccer City, aunque no lo hizo así el dinamismo y la diversión, engalanada con los clásicos
rituales previos al comienzo de toda competición de esta índole. La fiesta estaba más que servida, y se les
atragantó primeramente a Sudáfrica y México, y horas después, con más
ahínco, a Francia y Uruguay.
Aunque si que es cierto que fueron los
bafana-bafana quienes con mayor
insistencia buscaron continuar con el jolgorio.

Sirviéndose de su toque
dinámico aunque rutinario, encajonaron a la México de Aguirre, muy fuerte por su parte a la contra y a la que el colegiado uzbeko Ravshan Irmatov
invalidó justamente un gol por fuera de juego de Vela. El juego táctico se impuso al buen fútbol y las ocasiones brillaron por su
ausencia prácticamente desde que Tshabalala abriese la lata con un zurdazo magistral para la anfitriona en el minuto 55 de juego. A partir de entonces, el miedo y los
nervios comenzaron a jugar su papel, Sudáfrica perdió todo su rigor táctico y México se desbandó. Así transcurrió un partido, marcado por la agresividad más inquieta y la carencia de
orden. Ni Sudáfrica ni México hacían méritos para tratar de
cambiar el sentido del choque. Pero sí que lo hizo la
descontrolada zaga de los de Parreira, que en un impotente fallo a falta de diez minutos para el final, dejaba a Khune, que había salvado en varias ocasiones a su equipo,
vendido ante Rafa Márquez en el área chica. El del Barça no perdonó y el
reparto de puntos se hizo patente. El 1-1 final fue demasiado premio para ambos combinados, que
decepcionaron firmemente en su estreno.
Aunque,
comparaciones odiosas al margen, el de Sudáfrica y México fue el partido del siglo equiparado con el otro encuentro del grupo, el
insípido Uruguay-Francia, pasto de la monotonía más sórdida. Ambos combinados parecieron
amodorrarse al ritmo de las vuvuzelas, y tanto Forlán y Suárez por un lado cómo Ribery y Anelka por el otro que

daron
noqueados y faltos de ideas desde el pitido inicial. Otro empate en otro partido para el olvido que acrecenta las
dudas en torno a ambas selecciones, que no están tampoco que se diga para tirar cohetes.
Así las cosas, el
espectáculo se le resistió al primer día de Mundial. Ninguna de las cuatro selecciones fueron capaces de ofertar un juego
vistoso ni solvente. Circunstancia que se espera que cambie con el transcurrir de los días. De los 30 días de
infarto que nos esperan.
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